Una historia de ideales en medio del caos
Tras la Revolución Gloriosa de 1868 y el exilio de Isabel II, las Cortes proclamaron una nueva Constitución en 1869. Aunque muchos sectores pedían una república, finalmente se optó por una monarquía parlamentaria, buscando estabilidad y continuidad institucional.
Los líderes del nuevo régimen, como el general Prim, buscaban un rey extranjero, liberal y sin vínculos con los Borbones. Tras barajar varios candidatos, eligieron a Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II de Italia, quien fue aceptado por las Cortes y proclamado rey en noviembre de 1870.
El día que Amadeo desembarcó en España, su principal apoyo, el general Prim, fue asesinado. El joven monarca quedó sin respaldo firme desde el primer momento.
Durante su breve reinado, Amadeo I enfrentó un Parlamento profundamente dividido (progresistas, demócratas, unionistas, carlistas, republicanos y alfonsinos). Ningún grupo lograba una mayoría estable y el rey tuvo que cambiar de gobierno constantemente.
Estalló la Tercera Guerra Carlista en Navarra, el País Vasco y Cataluña. Además, surgió el movimiento cantonalista, con brotes de anarquismo y republicanismo federalista, principalmente en Murcia y Andalucía.
Ante el caos creciente, la falta de apoyos y los ataques constantes, Amadeo I abdicó. En su mensaje final declaró que España era “ingobernable” y ese mismo día las Cortes proclamaron la Primera República.